miércoles, 23 de diciembre de 2009

JIDDU KRISHNAMURTI

El hombre que fue llamado para ser el nuevo Mesías, el Maitreya esperado, nacío el 12 de mayo de 1895 en Madanapalle, Madrás, en el seno de una familia de la casta de los brahamanes.

Krishnamurti aboga por el autoconocimiento y el recto hacer y pensar para alcanzar la verdadera felicidad, sin tener por ello que estar sujeto a una religión, secta o grupo mas o menos esotérico, ya que el hombre libre se proyecta mejor al no verse sometido a coacciones morales o espirituales.

Krishnamurti no quiso ser el nuevo Mesías, y tampoco pretendío convertirse en un maestro, pero terminó siendo una nueva luz a seguir. Curiosamente en 1969, año en que el hombre pisó la Luna señalando una nueva marca de la Era de Acuario, Krishnamurti crea su propia Fundación en California, casi al mismo tiempo que en Inglaterra sus seguidores obren una escuela internacional con su nombre, donde pretenden practicar, desde entonces, un nuevo estilo y tipo de educación.

Krishnamurti pasó de ser un semidios en potencia, a ser considerado un ateo, un estrecho de miras, un traidor y hasta un peligroso revolucionario, en una época en que todas estas cosas estaban muy mal vistas socialmente, pero él no cedió a los embates de la crítica y se mantuvo firme en una posturura que posiblemente fue la misma desde su juventud la liberación del hombre a través del autoconocimiento interior.

Intentó escapar de su destino, pero la verdad es que no pudo hacerlo del todo, porque sus seguidores más cercanos, por lo menos hasta 1986, año de su muerte en California, sintieron de verdad estar a los pies de un gran Maestro espiritual de nuestra época.

Los siguientes párrafos son tomados de su obra:

A LOS PIES DEL MAESTRO

Entráis en el Sendero porque habéis aprendido que sólo en él pueden encontrarse las cosas dignas de ser alcanzadas. Los que no saben esto trabajan para adquirir riquezas y poder, pero esto dura a lo más una vida tan sólo y, por lo tanto, no es real. Hay bienes mayores, reales y perdurables, cuando los hayáis alcanzado, ya no desearéris jamás aquellos otros.

Si está al lado de Dios, está unido a nosotros, y no importa nada que se llame hindú o budista, cristiano o mahometano, ni que sea indio o inglés, chino o ruso. Los que están al lado de Dios saben por qué están aquí y cuál es su misión, y procuran cumplirla; los demás no saben todavía lo que han de hacer, y así obran a menudo erróneamente e intentan trazarse vías que imaginan placenteras sin comprender que todos somos uno y que, por lo tanto, tan sólo lo que el UNO quiere puede ser verdaderamente agradable a todos. Ellos van en pos de lo irreal, en vez de lo real. Hasta que aprendan a distinguir entre los dos, no se colocarán al lado de Dios, y, para aprenderlo, DISCERNIMIENTO es el primer paso.

El cuerpo es nuestro animal, el caballo en que cabalgamos. Por lo tanto, debéis tratarlo y cuidarlo bien; no debéis fatigarlo, debéis alimentarlo tan sólo con comidas y bebidas puras y llevarlo escrupulosamente limpio de la más leve mancha. Porque si un cuerpo perfectamente limpio y sano no podríais soportar el esfuerzo incesante. Pero vosotros debéis gobernar constantemente al cuerpo, nunca el cuerpo a vosotros.

El Ocultismo no tiene compromiso entre lo justo y lo injusto. Debéis hacer a toda costa lo justo; debéis dejar de hacer lo injusto, sin importaros lo que piense o diga el ignorante. Debéis estudiar profundamente las leyes ocultas de la Naturaleza, y cuando las conozcáis ordenad vuestra vida de acuerdo con ella, empleando siempre la razón y el sentido común.

Debéis saber distinguir lo importante de lo secundario. Firmes como una roca cuando de lo justo y de lo injusto se trate, dad siempre la razón a los demás en las cosas de poca importancia. Porque debéis ser siempre amables y cariñosos, razonables y condescendientes; habéis de conceder siempre a los demás la misma libertad que necesitéis para vosotros mismos.

Dios es tanto Sabiduría como Amor y cuanta más sabiduría alcancésis, mejor podréis manifestar a Dios. Estudiad, pues en primer lugar lo que os ayude a ayudar a otros. Estudiad pacientemente, no porque los hombres os llamen sabios, ni aun por tener la dicha de serlo, sino porque tan sólo el sabio puede ayudar sabiamente. Por mucho que deseéis ayudar, si sois ignorante, podréis hacer más mal que bien.

Recordad que la opinión de un millar de hombres acerca de algún asunto que desconozcan no tiene ningún valor. Los que piensan hollar el Sendero deben aprender a pensar por sí mismos, porque la superstición es uno de los mayores males del mundo, una de las ligaduras de que totalmente debéis desembarazaros.

Nunca atribuyáis intenciones a otro; solo su Maestro conoce sus pensamientos, y él puede estar obrando por razones de las cuales no tenéis idea. Si oís que dicen algo en contra de alguna persona, no lo repitáis; podría no ser verdad, y aún cuando lo fuese, es caritativo callar. Pensad bien antes de hablar, no sea que incurráis en inexactitudes.

No deseéis poderes psíquicos, ya vendrán cuando el Maestro comprenda que debéis tenerlos. Además, el esforzarse en adquirirlos trae consigo, muy a menudo, gran perturbación.

No deséis jamás brillar o parecer superior en ningún sentido; no habléis mucho. Es mejor hablar poco; es mejor todavía callar, hasta que estéis seguros de que lo que vais a decir es verdadero, bueno y puede ayudar a otros. Mucha habladuría vulgar es insensata y vana, cuando es chismosa, es maligna. Así acostumbraos a escuchar, mejor que a hablar, no expongáis opiniones, a menos que os las pidan directamente. En resumen, las cualidades son: saber oír, querer y callar, esta la última es la más ardua de todas.

Otro común deseo que debéis reprimir severamente es el de inmiscuiros en los asunto de los demás. Lo que otro haga o diga o crea, no es cosa vuestra, y debéis aprender a dejarlo completamente solo. El tiene perfecto derecho al pensamiento, palabra y acción libres, mientras no se meta con otro.

Si pensáis que alguien obra equivocadamente, y podéis hallar oportunidad de decirle en privado y con la mayor delicadeza vuestra opinión, es posible que lo convenzáis; pero hay muchos casos en que, aun de esta manera, la intervención sería impropia. Nunca debéis hablar a una tercera persona acerca del asunto, porque esta es una acción muy baja.

Si veis un caso de crueldad contra un niño o un animal, vuestro deber es defenderlos. Si estáis encargado de instruir a otra persona, es vuestro deber reprender afectuosamente sus faltas. Execpto en semejantes casos, ocupaos de vuestrlos propios asuntos y ejercitad la virtud del silencio.

Fijad la atención en lo que hagáis con toda la perfección posible, no acostumbréis vuestra mente a la vagancia, antes bien conservad buenos pensamientos siempre en su fondo, dispuestos a surgir en el momento en que ella esté libre.

Emplead todos los días el poder de vuestro pensamiento en buenos propósitos, convertíos en un poder que trabaje de acuerdo con la evolución. Pensad cada día en algunos de quien sepáis que está triste, que sufre o que necesita ayuda, y enviadle pensamientos de AMOR.

Aunque tratéis de realizar una labor más elevada, no por ellos debéis olvidar vuestros deberes ordinarios, pues hasta que éstos no queden satisfechos, no estaréis en libertad para prestar otros servicios.

Debéis liberaros del fanatismo y la superstición. Saber que no hay ceremonias necesarias, de otro modo os considerarías algo mejores que los que no las practican. Sin embargo, no debéis vituperar a los que aún las necesitan. Dejadles hacer su voluntad, pero ellos no deben meterse con vosotros, que sabéis la verdad, ni deben tratar de imponeros aquello que habéis trascendido. Sed indulgentes y bondadosos en todo.

Quien haya olvidado su infancia y perdido la simpatía por los niños no puede enseñarles ni ayudarles. Así, sed bondadosos, amables, tolerantes con todos los hombres sin distinción, sean budistas o hindúes, jainitas o judíos, cristianos o musulmanes.

Debéis sobrellevar alegremente vuestro karma, cualquiera que sea, aceptando como un honor que el sufrimiento caiga sobre vosotros, porque esto demuestra que los Señores del Karma os consideran dignos de ayuda, por muy penoso que resulte, agradeced que no sea peor. Recordad que podréis servir muy poco para la labor del Maestro, mientras vuestro mal karma no se extinga y quedéis libres. El karma puede arrebataros las coas que más queráis y hasta a las personas que más améis, aun entonces debéis permanecer alegres, dispuestos a separaros de todo. A menudo el Maestro necesita verter su fuerza sobre otros por medio de su discípulo e incondicional servidor, y si éste cayese en la depresión no podría El realizarlo. Así la Alegría debe ser vuestra norma.

Debéis tener confianza en vosotros mismos. ¿Decís que os conocéis bien? Si tal creéis, no os conocéis, tan sólo conocéis a débil corteza externa que con frecuencia cae en el cieno. Vosotros, vuestro Yo real, es una chispa del propio Fuego Divino y como Dios, que es omnipotente, está en vosotros, nada hay que no podáis hacer si queréis. Decíos: "lo que hizo un hombre, otro hombre puede hacerlo. Yo soy un ser humano, más aún, soy Dios en el hombre, puedo y quiere hacerlo" Porque vuestra voluntad debe ser cual acero templado, si queréis hallar el Sendero.

El Amor es la cualidad más importante, porque cuando es bastante fuerte en un hombre, lo estimula a revertirse a todas las demás, que sin ella nunca serían suficientes. Dios es Amor, si queréis llegar a ser uno él, debéis también estar poseídos de amor y perfecto altruismo. En la vida diaria, esto significa dos cosas: primera, que procuréis cuidadosamente no causar daño a ningún ser viviente, segunda que siempre estéis alerta por si se presenta la oportunidad de ayudar.

La superstición es un mal tremendo, que ha causado grandes y terribles crueldades. Las personas esclavas de ella menosprecian a las que más saben y tratan de obligarlas a hacer lo que ellas hacen. Los hombres han cometido muchos crímenes en nombre del Dios Amor, movidos por la pesadilla de la superstición, cuidad mucho de que no quede en vosotros ni el más leve vestigio de ella.

El intenso deseo de servir ha de llegar al máximo hasta el punto de estar siempre a la mira para aplicarlo alrededor de vosotros no sólo a las personas, sino a los animales y a las plantas. Debéis prestar vuestro servicio hasta en las pequeñas cosas de la vida diaria, de modo que, acostumbrádos a ello, no podáis sustraeros, cuando se presente la oportunidad de hacer cosas de mayor importancia. Pues si deseáis a ser uno con Dios, que no sea para vuestro propio beneficio, sino para convertiros en canal por donde fluya su amor para alcanzar a vuestros semejantes.

La sabiduría que os capacita para ayudar, la voluntad que dirige la sabiduría, el amor que inspira la voluntad, éstas son vuestras cualidades.

Voluntad, Sabiduría y Amor son las tres aspectos del Logos, y vosotros, que deseáis alistaros para servirlo, debéis, hacer gala de ellos en el mundo.


HOMBRE SOLAR
DICIEMBRE 2009